Fueron conducidas a este nivel de la casa cuando debían enfrentarse a careos con otras personas detenidas o debían presentarse ante el fiscal militar para interrogarlas.
Las conducían a veces, directamente desde su lugar de reclusión en el regimiento blindado para este procedimiento o solamente para escuchar como torturaban a otras compañeras o compañeros.
“La segunda vez que me llevan al centro de tortura de Colón desde el regimiento de Ojo Bueno, fue para que el Fiscal me interrogara”.
“En otra oportunidad también me llevaron para carearme con otras personas”
La mayoría de las veces eran conducidas desde el subterráneo después de las sesiones de “ablandamiento o despersonalización” que realizaban los torturadores hasta el segundo nivel del inmueble y debían subir en esas condiciones por dos escaleras distintas; la primera de ellas era más corta y debían girar en forma de caracol para luego pasar por una pieza de recepción que daba al primer nivel, posteriormente nos conducían a la siguiente escalera de mayor tamaño, más ancho y con un mayor número de peldaños para dejarnos en un espacio muy amplio donde debíamos esperar.
Mientras tanto, escuchaban mucho ruido, escuchaban música que venía del nivel superior y al mismo tiempo recibían un sinnúmero de golpes de quienes transitaban por el lugar o directamente de nuestros custodios que nos sometían durante esa espera a soportar posiciones incómodas, permaneciendo por varias horas en la misma postura la mayoría de los casos. Mientras nos llevaban a este lugar de la casa, un espacio muy amplio por el eco que se producía, notábamos que habían más personas que se encontraban de pie o en el suelo, escuchaban gritos de las compañeras, pero les resultaba confuso distinguir la procedencia, pero si sabían que los gritos venían del piso superior de donde estaban.
“Allí me encontré con varias compañeras que las habían llevado detenidas, nos dejaron en una sala amplia, y nos comunicamos preguntándonos quienes éramos”.
En las salas habilitadas para los careos, se realizaban las sesiones de tortura, posicionadas en una silla junto a la otra, estos careos eran frente a hombres o mujeres que en algunas ocasiones podían reconocer la identidad porque eran mencionados sus nombres por los torturadores o se les pedía identificarse previamente, mientras tanto, les colocaban artefactos en las manos y anillos en los dedos.
“Reconocí el lugar, ahí estaban torturando a dos compañeros porque reconocí sus voces mientras los torturaban”.
“Me pusieron anillos en los dedos, me tomaron el pulso, yo estaba con taquicardia, fue la primera y única vez en mi vida que sentí que me desvanecía”.
Durante las sesiones de tortura o en los careos, utilizaban las torturas sicológicas con el fin de hacer confesar y reconocer las falsas acusaciones que se les imputaban como, por ejemplo, amenazarlas con sus familiares, que serían llevadas hasta el lugar y los someterían a torturas igual como a ellas. En algunos de esos casos, las amenazas sí se cumplieron.
“Me amenazaban con ir a buscar a mi familia, a mis hermanos pequeños supongo para hacerles lo mismo que a mí”.
“A mi familiar lo sentaron junto a mí, le pegaron tanto que hasta el día de hoy tiene problemas de visión”.
“A otra persona que dijeron era mi esposo lo sentaron al lado mío, luego supe que era un compañero de las juventudes”.
El procedimiento era siempre el mismo, durante las sesiones y los careos, nos hacían beber un líquido amargo amarillento para luego esperar a que surtieran efecto y comenzar nuevamente las sesiones.
“Me daban un líquido que no sabía que era, muy malo y que no lo tragué, lo escupí. A la otra persona se lo dieron también”.
“Durante el interrogatorio trajeron a una persona que conocía, yo lo vi porque corrí mi venda, vi que él estaba muy mal y que le daban a tomar algo y este vomitaba”.
En este piso como también en el subterráneo y el primer piso, pudimos constatar la presencia del médico que supervisaba las sesiones de tortura y que cumplía el rol de “bueno”.
“Me tenían sentada a una silla con las manos atadas a la espalda, me pusieron corriente en las muñecas y las sienes. Escuche que llamaban al doctor y me desmayo. Cuando despierto veo que me está tomando la presión o el pulso y ordena que me saquen”.
“Me pusieron electricidad en los pezones y en todo el cuerpo. Durante las sesiones reconocí la voz del doctor que veía a mi familia y este iba a mi casa, decía – 80, 90, 110, 120 de electricidad, dale no más-“.
Una de las funciones que debía cumplir el organismo represivo que funcionaba y operaba en este inmueble era lograr obtener las pruebas necesarias o justificadas para posteriormente entregarlas a la fiscalía y demostrar la “culpabilidad” de las detenidas. De esa forma estarían cumpliendo el objetivo de lograr el máximo castigo durante los consejos de guerra que se practicarían posteriormente. Para ello, su búsqueda era obtener confesiones, argumentos que fueran, según se les era indicado, sustanciales o contradictorias.
Hasta la figura femenina aparece en estas circunstancias.
“En el momento de la interrogación, yo sentía como les pegaban a otros detenidos al lado mío y los amenazaban que iban a llevar a sus hijos y que los sumergirían en un tacho de excremento”.
“Me llevan a carearme con otras personas, pero solamente para confirmar datos que ya sabían o que otra persona les habían dicho sobre mi”.
“Me decían, no te vengas a hacer la huevona, ya que tenemos una lista de lo que has hecho, sabemos que saliste del país y trajiste armas”.
“Una mujer me decía -porque niegas eso si es verdad- yo le respondía -como se te ocurre estas diciendo puras mentiras”.
“Me preguntaban sobre reuniones y quienes habían planificado esas reuniones; ellos ya sabían de tres o cuatro de esas reuniones que habíamos hecho después del 11, para ver si se podría hacer algo y como estaban cayendo nuestros compañeros”.
Finalmente, el sistema represivo debía obtener declaraciones firmadas que eran preparadas durante los interrogatorios, en las sesiones bajo tortura o bajo cualquier otra condición, sin lectura previa, donde se les exigía confesar o reconocer las acusaciones o acciones ilegales que se les imputaban.
“Me hicieron esperar largo tiempo para luego obligarme a firmar una declaración estando vendada en el segundo piso”
“Me aplicaron electricidad en los dedos, sentía que me ahogaba, tenía la sensación que me iba a estallar el corazón, veo como reflejos de estrellas mientras me dicen -firma esta declaración-“.
“Después del interrogatorio y de las sesiones de torturas me dicen – ahora vas a firmar tu declaración- pusieron una hoja delante mío y no supe que firmé.”
“Trajeron a otro hombre, sé que escuché su nombre, lo torturaron mientras a mí me sentaron a su lado frente a un escritorio ya que sentía una máquina de escribir. Una vez que terminaron me hicieron firmar con la vista vendada algo que no leí ni tampoco sabía de qué se trataba”.
Relatos de Mujer
Relatos de Mujer
Relatos de Mujer
Desarrollado por tuwebprofesional.cl